El muro étnico se rasga un poco más
Cuatro mujeres gitanas hablan de la necesidad de romper estereotipos
Mari Carmen Jiménez, educadora social (Pablo Viñas)
Por: Nekane Lauzirika – Bilbao – 04/01/2010
LA reciente sentencia del tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo reconociendo la pensión de viudedad a una mujer casada por el rito gitano, hace saltar uno de los cerrojos tenazmente sellado para la ciudadanía: el de la integración de la minoría étnica por antonomasia, la gitana y, específicamente, la de la mujer gitana.
No sería sino un pasito más en el camino de su integración y su reconocimiento, si no fuera porque la sentencia sienta jurisprudencia, lo que supone un salto cualitativo de largo alcance.
Quizás a consecuencia de la propia sentencia o quizás por la lógica evolución de las personas tanto gitanas como payas, esta misma información se presenta como el símbolo inequívoco de que el agua y el aceite hace tiempo que ha comenzado a emulsionar y fusionarse. Hace más de una década era misión imposible conseguir el beneplácito de los varones gitanos para que sus mujeres aparecieran solas en el periódico. Hoy en día, con una sencilla llamada telefónica es posible hablar con cuatro de ellas con total libertad, bajo el esperanzador paraguas de un nuevo derecho reconocido. «Chanelamos naquelar» dicen ellas.
Junto a su alegría, resuenan con fuerza sus palabras de queja, de explicación de su realidad, su hartazgo de los estereotipos, su lenta evolución en la igualdad hombre-mujer dentro de su grupo y, sobre todo, sus reclamos de necesidad de formación y estudios, factores que para las mayores son el futuro de la verdadera integración de los y las jóvenes gitanos. Sus testimonios rebosan de color esperanza porque los estereotipos grabados en piel, a golpe de discriminación durante siglos, no se rasgan de un día para otro. La sentencia sólo abre el portón para que el muro de la desconfianza siga cayendo. Desconfianza nacida de un mutuo desconocimiento.
«Todavía hay quien nos ve en el estereotipo del gitano ladrón de gallinas y tratante falsario de burros, en la mujer gitana que viste kili-kolo y que por ser gorda y muy morena se considera que va a robar; hay que borrar estos tópicos en función del diálogo y la educación», espeta con energía Mari Carmen Jiménez, nacida en Madrid, hace 37 años pero vasca de adopción y educadora social titulada. «Aunque es bastante injusto que me busquen sólo para trabajar en el ámbito gitano cuando puedo hacerlo por preparación en cualquier otro». Es sin duda un mal fruto del estereotipo, aunque ella no haya sufrido discriminación.
La familia de Emilia Cortés Dual lleva 200 años asentada en Bilbao y ella misma nació hace 53 años en la calle San Antón. «Mis hijos saben euskera y una mayoría de nuestros jóvenes lo estudian porque es una oportunidad de integración que a nosotras no nos llegó», pregona con orgullo su vasquismo, la presidenta de Gitanas Chanelamos Naquelar, Queremos hablar en caló.
Emilia empezó en esto por la educación de las niñas y para superar el miedo al racismo. «La sentencia hace justicia grande, porque no somos extraterrestres, sino ciudadanas de un país. No le regalan nada, cotizó y está en su derecho a cobrar. Estoy orgullosa de esta mujer gitana luchadora».
Si el estereotipo de gitana nómada puede aplicársele a alguien es a Carmen Borja. Nacida en Bilbao ha vivido en Buenos Aires, Uruguay, México, en Brasil y ahora de nuevo en la villa es la presidenta de la Asociación A Mujer. «Me ha dado mucha pena que una mujer gitana haya tenido que llegar a Estrasburgo porque el pueblo español no ha sabido escuchar, comprender ni valorar el derecho de una mujer legítimamente casada con su esposo». Lo ve como un triunfo de la tenacidad y también de la mayor formación. «El tema de los estudios es vital», remacha Carmen Borja.
Fuente: Deia.com
Mundo Gitano – Gypsy World