GITANO JIMÉNEZ: «Me pagaban unas bolsas ridículas por competir, me engañaron»

GITANO JIMÉNEZ

«Me pagaban unas bolsas ridículas por competir, me engañaron»

 Gitano Jiménez fue el número 1 en los años 70. / M. R.

Por: P. Alvear – Oviedo – 07/11/2009

Son muchos los que recuerdan sus proezas en el ring. Fue todo un as del boxeo: bicampeón de España en 1971 y número 1 de Europa en 1973. Para José Antonio Jiménez Jiménez, más conocido como Gitano Jiménez, fue una década importante; colgó los guantes con 27 años. Ahora, con 58 recién cumplidos, recuerda esa gran figura del deporte que fue en medio de una vida dura, marcada por la pérdida de dos de sus hijos y los tres años que pasó en la cárcel por un delito que no cometió.
 
-La Asociación Cultural de Trubia le rindió homenaje ayer en la velada de boxeo que celebra anualmente.
 
-Sí. Roberto Prieto, mi ex preparador, que en paz descanse, siempre quiso hacerme un homenaje, pero yo nunca quise porque, para mí, el homenaje es para la persona que está en dificultad económica y la recaudación es para él, y éste no es mi caso. Lo de Trubia ha sido un reconocimiento a mi labor boxeística.
 
-¿El deporte ha supuesto una vía de escape para usted?
 
-He tenido muchos palos muy duros en mi vida. Aquí me caigo, aquí me levanto, así ha sido mi vida. El deporte me ha abierto las puertas de todo. Siempre me he ganado la vida boxeando y trabajando.
 
-¿Hay quien dice que los boxeadores acaban perjudicados de tantos golpes que reciben?
 
-Cuando una persona está preparada en condiciones, no. Yo ya tengo mis añitos y estoy bien gracias a Dios. El boxeo no nos vuelve locos, como dice la gente. Hay cosas más peligrosas, como la carreras de coches, el alpinismo…
 
-¿Cómo recuerda aquellos años en los que se proclamó bicampeón de España y campeón de Europa?
 
-Fabuloso. A veces me echo en la cama, cierro los ojos, y veo cómo transcurre aquella década, y lo relaciono con lo bueno y lo malo, y veo los fallos que he tenido, las virtudes, los prejuicios… Como una película.
 
-Habla de prejuicios, ¿los padeció por ser gitano?
 
-Yo no, a mí en un sentido el ser gitano me benefició. Pero lo que no hay que poner en duda es que había y hay mucha discriminación. Conmigo no, porque yo me he labrado un nombre, Gitano Jiménez, y me respetaban. He sido una persona que he demostrado que no soy uno más del montón, que sé andar por el mundo.
 
-Pero ha visto cómo discriminaban a otros gitanos.
 
-Sí, mismamente, en Oviedo, he visto llegar gitanos para adquirir una vivienda de renta y nada más decir que eran gitanos, les cerraban las puertas.
 
-Nació en 1951 en Oviedo.
 
-Nací en el hospital militar de Pumarín, y después ya viví en la avenida de Galicia, detrás del Corazón de María, en una casita de plantita baja. Mi padre trabajaba para don Francisco Díaz, era el encargado general de meter el carbón en las calefacciones de Oviedo con Emilito Castañeira.
 
-¿Cómo le empezó a gustar el deporte?
 
-Es que yo vi que mi padre trabajaba mucho. Éramos 11 hermanos, y un sueldo. De aquélla nos ayudó bastante la iglesia de San Juan. Yo siempre eché una mano en casa. Con 12 años ya empecé a meter el carbón, después trabajé de pescadero en la plaza del Pescado. Luego, en productos Solán (de hacer vendas), después en carreteras, haciendo obras…
 
-Profesionalmente se curtió, pero ¿cómo se enganchó al boxeo?
 
-Viendo una vez a Pepe Legrá en la plaza de toros de Oviedo. El boxeo, mayormente, se celebraba en el Toldado, junto al Reconquista, que era un hospicio. Y yo me colaba a ver los combates, me gustaba. Cuando vi que era tan rápido como el cubano Legrá, que era campeón del mundo, me dije que era mi camino.
 
-¿Quién le ayudó a subir al ring?
 
-Fui a un gimnasio en Pumarín y estaba Roberto Prieto, Justo Magdalena y Losada, tres preparadores. Me dirigí a Prieto directamente. Yo era un niño muy delgadín, me vio, se echó a reír y me dijo que podía entrenar. Al día siguiente me hizo hacer guantes con un chaval que llevaba tiempo, y le metí unos puñetazos que lo espatarré. Entonces, Prieto, entre comillas, me engañó: me dijo que volviera el sábado, pero era para entretenerme; y me marché. Entonces, en el 68, me vi con Alfonso Fernández, que fue olímpico, y nos fuimos al gimnasio. Me empezó a gustar porque vi que podía a los chavales. Yo tenía 13 o 14 años.
 
-Como profesional debutó el 14 de agosto de 1970 en Gijón.
 
-Sí. Luego vinieron las alegrías y las palmadas, también las falsedades. En la vida hay mucho falso. Te dan palmadas y después te van partiendo.
 
-¿Tuvo que aprender a distinguir?
 
-Empecé a distinguir hace poco. Hay un refrán que dice que al que es noble de nacimiento le cuesta cambiar. Tengo 58 años y es cuando he empezado a ver la vida de otra manera. Amigos no hay. El único que tengo es mi amiga, mi compañera, mi mujer, que estamos a las verdes y a las maduras.
 
-¿Cuándo se casaron?
 
-Hace 40 años. Es la única persona con quien puedo poner mi vida en sus manos. Me casé con 17 años, pero cuando llegó la fama, le hice sufrir mucho. Tenía muchos pájaros en la cabeza. Tuvimos cinco hijos, de los cuales uno nació muerto, dos se murieron y me quedan dos mujeres, que tengo que darle muchas gracias a Dios porque son benditas, siempre pendientes de nosotros.
 
-¿Por qué dejó de competir?
 
-Prieto era un preparador fabuloso, no voy a quitarle el mérito, pero por mi juventud e inexperiencia, me pagaban unas bolsas ridículas. Yo era un hombre con unos estudios básicos, leer y escribir, y nunca hacía contratos, ni hablaba de lo que iba a cobrar. Por ir a Italia a defender el título de Europa, yo era el campeón y me dieron 363.000 pesetas. Una miseria, cuando otras personas que han peleado han ganado el triple que yo. Mi objetivo era hacerme un rancho, pero me hice un rancho de hambre.
 
-¿Le engañaron?
 
-La universidad de la vida es la que enseña. Fui engañado y me sentí defraudado. Me marché a Madrid y estuve con el preparador Enrique Soria. A sus órdenes, me fui a pelear a Brasil como ex campeón de Europa y gané más que cuando era campeón. Yo mandaba todo el dinero a mi mujer, y lo ahorró.
 
-¿Se retiró?
 
-Me puse a trabajar en las discotecas, de jefe de sala. Les llaman matones cuando son pacificadores, porque evitan los compromisos. Nunca tuve problemas, pero no me complacía. Y fui a trabajar en Hunosa, en el lavadero Batán de Mieres. Estoy retirado de la mina. Soy mecánico-soldador.
 

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