América

MÉXICO

GITANOS, VIAJEROS INCANSABLES

Por:LORENZO ARMENDÁRIZ GARCÍA

Cuando comencé a involucrarme en el sorprendente mundo de los Gitanos mexicanos, al tratar de recuperar la huella de mi abuelo, “el Húngaro”, a quien conocí muy poco, el destino me condujo hasta la familia Costich, a quien amo y respeto como a mi propia sangre. A partir de ese momento me introduje en un universo de viajes, historias y experiencias que me han marcado de por vida. Los fuertes lazos emotivos que me unen a varias familias Gitanas me han permitido escuchar narraciones de viva voz, las cuales constituyen la historia oral de ese pueblo. Al mismo tiempo, mis largas estancias en diversos campamentos han hecho posible conocer la cotidianidad de los avatares de la vida Gitana. Los Gitanos han sabido adaptarse a la cultura mexicana y algunos íconos nacionales están presentes en sus hogares. El 6 de enero los Gitanos Ludar conmemoran sus difuntos e inician el año nuevo. Durante la Semana Santa, los Ludar no trabajan, pero se ayudan vendiendo salvavidas y pelotas en la playa. También montan pequeños trucos visuales. 

Mujeres Ludar de México

Aunque es difícil precisar con exactitud en qué año llegaron a México las primeras migraciones de Gitanos, quizás éstas se iniciaron a finales del siglo XVI, pues durante los primeros años de sus conquistas en América, tanto España como Portugal comenzaron a expulsar a sus nuevas colonias a los grupos de Gitanos que vagaban por tierras europeas. Muchos de estos Gitanos eran de origen húngaro, ya que en ese entonces el vasto imperio español abarcaba hasta tierras austriacas. La presencia Gitana más antigua en América de que se tiene conocimiento proviene del Brasil y data de 1574. Me consta que el pueblo Gitano se encuentra presente en América Latina, principalmente en Argentina, Perú y Brasil, pero también en Colombia, Uruguay, Chile, Ecuador, Guatemala, El Salvador, Honduras, Puerto Rico y minoritariamente en Cuba. Las primeras referencias sobre la presencia Gitana en México de que tengo noticias aparecen en las notas de Albert Guilliam, viajero estadounidense que recorrió entre 1843 y 1844 el norte y centro de México y menciona a los Gitanos comerciantes que recorrían el país. También el noruego Kart Lumholtz hace alusión a ellos en su obra “El México Desconocido”:  

“Me sorprendió de repente la alegre charla y extraña apariencia de un grupo de gentes de largos cabellos sueltos que estaban bañando algunos grandes caballos en un río […] El principal oficio de los hombres es de caldereros […], también comercian con caballos […] Muchos eran bosnios y no faltaban unos cuantos turcos y griegos que llevaban osos y monos; pero como los más son originarios de Hungría, húngaros les llaman por todo México. Varios hablan bien el inglés y el francés, y uno de ellos me dijo que su padre, que iba en la banda, conocía mí país”. 

En efecto, en México, al igual que en muchos países de América Latina, se les conoce con el nombre genérico de “húngaros” por ser considerados originarios de ese país, pero su verdadero origen está en el norte de la India. La primera gran migración documentada en México se da a partir de 1890 y proviene principalmente de Hungría. Más tarde llegan grupos rumanos con la intención de ingresar a Estados Unidos. Otra gran oleada de migración se dio entre 1920 y 1926, a causa del racismo contra ese pueblo que se intensificó después de la Primera Guerra Mundial. Se trataba de familias polacas y húngaras que decidieron probar suerte en Estados Unidos, quedándose muchas de ellas en México. Pocos años antes, otros Gitanos rusos habían hecho lo mismo al huir de la revolución comunista. Como México tenía en ese tiempo una política de inmigración bastante flexible y acogía sin discriminación a cualquier extranjero, las familias Gitanas hacían recorridos entre Francia y México pasando por Cuba. Estas facilidades se terminaron con la promulgación de la ley de inmigración de 1930, en que se limitó el ingreso al país a perseguidos políticos y exiliados. 

En México viven pocos Gitanos de origen español, pues la mayoría llegaron de Hungría, Rusia, Polonia, Grecia, Bosnia, Yugoslavia, Turquía, Francia y Rumania. El grupo mayoritario es el Rom, dividido en clanes o subgrupos principalmente de Kalderash, Husos, Grecos, Xoraxai, Xoropesti y Hungaresdos. Hablan el romaní, lengua emparentada con el sánscrito y enriquecida con préstamos dialectales de otros idiomas. Viven establecidos en grandes ciudades y centros mercantiles, sin embargo, emprenden largos viajes so pretexto de estrategias comerciales, pero el verdadero motivo es la nostalgia por el viaje. Los rumanos son Ludar y hablan rumano antiguo, aunque las nuevas generaciones han perdido casi por completo esa lengua. Son nómadas, a pesar de algunos intentos por establecerse, pero la tentación de la camino es mayor que cualquier comodidad de la vida sedentaria. Los Ludar llaman a los Rom, Gurbet, y éstos a su vez se refieren a los Ludar como Boyhás, pero ambos se autodenominan “paisanos” para diferenciarse de los no Gitanos. 

A pesar de que poseen afinidades, los Rom y los Ludar marcan sus diferencias. Sin embargo, mantienen relaciones comerciales y de ayuda mutua. Para referirse a los no Gitanos, los Rom les llaman gadye y los Ludar nians, en el caso masculino, y surva en el femenino. El matrimonio se da generalmente entre los miembros del mismo grupo, pero es posible la unión entre el varón Rom y la mujer Ludar y el matrimonio con mujeres no Gitanas, pero es casi inexistente entre un no Gitano y una mujer Gitana. Ambos grupos profesan principalmente la religión católica, aunque es importante también la presencia de las iglesias ortodoxas y evangelista. La Virgen de Guadalupe es la patrona de los católicos, y Malverde, bandido convertido en santo y cuyo santuario se encuentra en Culiacán, Sinaloa, es muy popular entre los Gitanos viajeros del noroeste del país.

Pero a pesar de ser católicos, muchas de las celebraciones importantes como el bautizo y la boda se realizan apegadas a viejas costumbres. Lo que para mucha gente sería superstición, para ellos son códigos que responden a lo no dicho, a acciones sin explicación verbal que debe cumplirse para que el orden de las cosas continúe en su sitio. Estas acciones se llevan en la sangre y se inician desde que se nace, pues muchos grupos no cortan el cabello del bebé hasta ser bautizado. También se evitan los ríos y los cementerios, pues ellos pueden dañar al bebé. Un tirón de orejas y un chasquido bastan como protección. Hay cosas que no se mencionan pues causan dolor, como los difuntos y las desgracias. Lo que se debe hacer o decir y lo que no regula cada acto del Gitano.  En el bautizo los padrinos depositan una moneda bajo el bebé mientras lo visten y arrullan. Esa moneda se conserva por siempre.

Todo esto está encaminado a la buena fortuna, ya sea en protección, salud o dinero. El comercio es fundamental para la tercera premisa. Durante sus primeros años de su llegada a tierras americanas fueron comerciantes y expertos en el trabajo de los metales, principalmente los Kalderash o “Caldereros”. Los Ludar tienen una añeja tradición de artistas y su principal actividad ha sido siempre el espectáculo artístico. Pero cuando llegó el cine a México, tanto Rom como Ludar encontraron en él una veta inagotable de progreso. El cine ambulante fue para ambos grupos la principal actividad económica durante varias generaciones. Este nuevo descubrimiento fue llevado a los lugares más recónditos del país, primeramente en mulas y carretas y después en vehículos motorizados. Con ellos viajaba el progreso, pues aparte del cine, las poblaciones rurales conocían también la electricidad generada por pequeñas plantas de luz. Sin darse cuenta de ello, comenzaron a formar parte de la historia cultural del país.

Los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo pasado constituyeron la bonanza del cine ambulante. El momento de la decadencia de esta actividad se da a finales de los años ochenta del siglo pasado, con la introducción de los aparatos de vídeo y las antenas parabólicas en la provincia mexicana. A partir de ese momento fue necesario buscar alternativas económicas. Los Rom se inclinaron hacia la reparación de maquinaria pesada y principalmente a la compra y venta de automóviles. En cambio, los Ludar recuperaron su antigua vocación al convertir las carpas de cine en teatros ambulantes en donde podían explayar sus dotes de magos, faquires, ilusionistas, payasos, imitadores y cualquier otra manifestación artística de moda. Las estrategias económicas de los Ludar siempre han ido encaminadas hacia las actividades que les permitan continuar su trashumancia. Ésta es la razón de su vida, pues el destino y su motivo no son lo importante, lo es el pretexto del viaje. Desafiar el camino fortalece el alma y no existe placer igual que el vencer la rutina.

Cuando viajo en las caravanas comparto la misma sensación de enfrentar lo impredecible, que sucumbe ante el poder de la improvisación. Paisajes que se transforman constantemente y que sin embargo son familiares y entrañables. Las noches a cielo abierto premian la fatiga de la jornada y propician el recuento de nuevas experiencias que pasarán a formar parte de la historia de este pueblo. No existe límite para la creatividad, pues hombres, mujeres y niños resuelven cualquier imprevisto de una manera espontánea. La noche, con su silencio interrumpido por una bocina que anuncia la próxima película o el siguiente artista, propicia la libertad que tiene por echo un cielo poblado de estrellas y unas paredes que llegan hasta le horizonte. Con la capacidad natural que poseen para adaptarse a las condiciones de cada país, tanto Rom como Ludar hacen frente a los movimientos socioeconómicos de México, resolviendo con su peculiar instinto las vicisitudes de los cambios políticos. Ambos grupos pertenecen a esta tierra y forman parte intrínseca de la cultura mexicana, en un país que les permitió ser libres, condición que forma parte indisoluble de su idiosincrasia.



Artículo originalmente aparecido en: Nacional Geographic en Español. Abril de 2001. Pp. 102-109.
La búsqueda de sus ancestros Gitanos llevó a Lorenzo Armendáriz García a emprender un constante ir y venir que es parte esencial de la naturaleza de este pueblo. Gracias al apoyo y la beca que recibió de las organizaciones mexicanas FONCA y PACMYC, pudo recorrer gran parte de México y ha logrado recabar un registro fotográfico y cultural invaluable. Sus esfuerzos han sido recompensados, pues fue invitado por la Unión Romaní Internacional (IRU, por sus siglas en inglés) a participar en el Quinto Congreso Internacional del Pueblo Gitano como delegado en julio de 2000, y en la formación del Parlamento Gitano.