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Pese a fallas técnicas, Joaquín Cortés dejó salir a su “monstruo” gitano en el tablao

Las más de 2 mil personas que vieron la transformación del bailaor en el auditorio salieron con un buen sabor de boca 
Foto Cortesía del CCU

Por: Yadira Llaven - Mexico - 23/06/2009

Joaquín Cortés es un monstruo kafkiano en el tablao. Sufre una apasionada metamorfosis con su danza y música gitana, que por momentos pareciera que logra volar. Esta entrega con sello personal, lo ha convertido en un polémico revolucionario, en un pionero, al fusionar ballet clásico, contemporáneo y flamenco. Es el mejor bailaor del mundo y, una vez más, lo demostró el pasado viernes en el Auditorio del Complejo Cultural Universitario (CCU), con el espectáculo Calé, que dedicó a la memoria de su madre: “quien me enseñó a mover las manos desde la cuna”.

En la historia del flamenco hay un antes y un después con Joaquín Cortés. Antonio Ruiz fue el primer bailaor que levantó los brazos, pero Cortés es quien popularizó el flamenco y lo llevó a las masas, a grandes estadios, plazas de toros y auditorios de todo el mundo.

Pese a la amenazante lluvia, una hora antes del anunciado recital, ya había largas colas para ver, por segunda ocasión, al orgulloso gitano que promueve su cultura por el orbe; sin embargo, la primera llamada vino después de las 20:30 horas, y ya con la rechifla de un público impaciente a las 21 horas inició el juego de luces, cámaras y sonido, que en la primera parte del recital dejó mucho que desear.

La iluminación fallaba al movimiento coreográfico y el movimiento de cámaras parecia un desperdicio, además del desenfoque no logró transmitir la esencia del flamenco; el sonido, del que presume tanto la institución, fue un fiasco: viciado, con falsos contactos, saturado, excesivo; en un momento se pensó que sería necesario suspender el espectáculo. Al ser entrevistados, cuestionados por algunos funcionarios universitarios salieron al paso: nos quitaron completamente el control del equipo y las cosas les fallaron a ellos, “ya ves cómo son de necios los españoles”, dijo uno de ellos. Aunque Online casino US transcendió también que la torrencial lluvia de un día antes inundó la duela del recinto, que fue cambiado de última hora.

La lastimera situación fue atenuada con el tercer acto del espectáculo. Una decena de bailarinas, con el torso desnudo, que emulaban con un faldón a sirenas sobre la playa, danzaron a ras de suelo. Fue una pieza que marcó el primer tiempo de Calé y que permitió olvidar, por unos instantes, las fallas. Se trata de un montaje espléndido, donde las mujeres nunca se ponen de pie, ensalzado por la belleza y destreza de las bailaoras.

Luego vinieron fragmentos de sus seis presentaciones anteriores, logrando un ensamble de Cibayí, Amoríos, Live, De amor y odio, y Mi soledad. A mitad del recital vino un corte voluntario. Notoriamente apenado, Joaquín asumió la responsabilidad de las fallas y pidió disculpas por los inconvenientes técnicos, a lo que el auditorio respondió con un sonoro aplauso.

En total fueron 40 personas que acompañaron al bailaor desde España, entre músicos, escenográfos, técnicos y diez bailarinas.

Después de los gritos exacerbados de algunas asistentes que desgañitaban: ¡guapo!, ¡eres lo máximo!, y ¡que viva la madre que te parió!, el bailaor –quien ha reconocido que su atractivo físico, en gran medida, ha impulsado su carrera– dialogó por un par de minutos con el público.

“Me siento muy honrado de estar en México, en Puebla, después de cuatro años de ausencia”, expresó, mientras se secaba el sudor de la cara, tras varios cambios de vestuario.

“Los gitanos somos almas libres, somos pasionales… vamos a darle un fuerte abrazo a toda la compañía que hace posible que siga soñando. De pequeño fantaseaba con volar y he volado por más de 25 años de país en país con ellos”.

“Este espectáculo Calé –que en castellano significa gitano–, obedece a un mundo interno, al país de Nunca jamás, y está dedicado a mi madre, que me ve desde arriba”, dijo al último el protagonista de la película Gitano, escrita por Arturo Pérez–Reverte y dirigida por Manuel Palacios.

Para entonces la temperatura del público estaba al tope del termómetro y Joaquín improvisaba melodías con el compás de sus tacones y el sonido de su cuerpo, que lo llevaron a niveles insospechados gracias al virtuosismo de los Hermanos Carbonell –músicos y cantaores–, que nos arrebataron el alma.

Realmente, como lo dijo un día antes en rueda de prensa, “estar en el escenario es como levitar, y ese momento de magia me transporta a otro lugar… desaparezco. Estoy ahí, pero mi cabeza está en otra parte”.

Las más de 2 mil personas que vieron la transformación del bailaor en el auditorio, salieron con un buen sabor de boca. Extasiados por las dos horas ininterrumpidas de intensidad dancística. Con ganas de contarle a cualquiera que se atravesara en el camino, la experiencia vivida, pero a la vez el temor que a Puebla no retorne un artista de la talla de Cortés, ante el malogro técnico.

La Angelópolis fue la primera plaza mexicana en la que se presentó el espectáculo, tras su estreno en la ciudad de Nueva York. Calé representa una retrospectiva de casi 30 años de trabajo artístico.

Fuente: La Jornada de Oriente

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