El otro PAU de Vallecas se esconde tras toneladas de tierra
Las obras del Parque de La Gavia, retomadas tras un parón, han dejado al descubierto el ‘otro PAU’, un núcleo de chabolas sin plan de derribo que cobijan a 27 vecinos de etnia gitana que se consideran «olvidados de todas las administraciones»
Por: José J. Alonso/ Fotos: José González – Madrid – 15/07/2009
Dicen que se legalizará lo que se pueda en la Cañada Real, y hace casi dos años se eliminó el ‘drugstore’ de Las Barranquillas, pero en medio de los dos parajes aún queda ruina y desolación. El Camino del Santísimo, un verdadero basurero junto al PAU de Vallecas y en medio de las obras del Parque de La Gavia es, desde hace seis años, el hogar de siete familias de etnia gitana. Sin embargo, nunca han aparecido en los medios, nunca han sido portada y lo peor…es que ya no esperan serlo nunca. «Ahora que legalizan la Cañada Real se podían acordar de nosotros. Algunos hemos vivido allí, en la parte ‘chunga’, la de los camellos», dice Elisabeth, una de las vecinas, con cuatro hijos menores.
Para los vecinos del barrio no hay planes oficiales. Son 26 personas, siete de ellas menores, que se autodenominan «los olvidados, porque no existimos para nadie», dice Elisabeth. El viernes no tenía muy claro qué podrían comer. Ningún vecino tiene empleo y dicen sobrevivir «con los ahorros de los abuelos y alguna que otra chatarra, ya que ahora casi no hay obras», según el relato de Consuelo Montoya.
SIN AGUA NI LUZ Y EN COMPAÑÍA DE VÍBORAS
Pequeños generadores o enganches ilegales a las tomas de agua de bomberos recién instaladas no parecen mucho para resistir. El cuarto de baño no existe y bajo la uralita y las chapas, convertidas en un horno, es difícil aguantar mucho más de media hora. Así es el equipamiento de todas las ‘viviendas’. Un catálogo exiguo sólo roto por el PC portátil de Ángel Montoya. «Lo utilizo para ver que ponen en la tele y leer lo que dicen del Madrid», dice. Es un albañil en paro que, ocasionalmente, se dedica a la chatarra. «O a lo que sale».
Lo peor son las sierpes. «Las obras del parque nos echan encima ratas… o víboras, como el otro día«, dice Consuelo, la mujer de Ángel, con casi toda su familia como vecinos.
Del resto de vecinos casi no hay rastro. Se guardan del sol abrasador de mediodía como pueden. Las obras del parque de La Gavia, en el PAU de Vallecas, en cuyas estribaciones sobreviven estos gitanos, sueltan un polvo que te funde. «Es como vivir en África», dice Ángel que no quiere aparecer en las fotografías y que es el más escéptico de entre sus cuñados. «Nadie se acuerda de nosotros y.. que vá… ¿quién nos va a sacar de aquí», se resigna.
¿QUIÉN PASA POR ESE CAMINO?
Nadie. Nunca. Sólo los obreros que trabajan en las reanudades obras del Parque de la Gavia, transitan por estos andurriales de miseria. Algunos escritos atestiguan el paso de alguna administración o leguleyo…o agente de la Policía. Como cuando el 29 de octubre de 2008, los municipales levantan un acta de denuncia. Se advertía de que las casas de estos supervivientes «son ilegales». Se tirarán. ¿Cuándo? No se sabe.
Un informe del IRIS, que obra en poder de estos vecinos, da cuenta de las riadas de septiembre del pasado año. En este escrito se viene a decir que no se volverá a prestar atención. En aquella fecha los vecinos poco menos que salieron de sus chabolas a nado.
Otro escrito del departamento de Salud Ambiental advertía de que las «condiciones de habitabilidad de estas infraviviendas se consideran pésimas». «Y sin embargo, siempre nos han pedido cosas como certificados de habitabilidad cuando hemos pedido piso«, dice Consuelo, » y eso es imposible», apunta.
SOLICITARON VIVIENDA EN SIETE OCASIONES
Un coro de gitanos, casi en lágrimas, dice que son honrados, que ni se drogan ni venden «veneno», como ellos llaman al caballo y a la coca. «No como los que almacenaban basura ahí», dice Jony. «Esos eran malos, robaban cobre, mucho. Vino la Policía y les tiraron las chabolas. Ni siquiera vivían aquí», concluye. Varios montones de escombro y algunos enseres lo atestiguan. Al lado de donde ellos viven, había un almacén de chatarra y cobre robado.
Aquí todos han solicitado vivienda. Viven pendientes del Ayuntamiento, que ya derribó cuatro chabolas de este paraje hace cuatro meses. También del IVIMA, inscritos como están en el cupo de ‘Especial Necesidad’. Las siete familias de este barrio fantasma, como Elisabeth y su marido se aferran al sueño del alquiler de un piso. Y todos ellos muestran sus solicitudes de vivienda pública.
Fuente: Qué.es
Mundo Gitano – Gypsy World